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EL TEATRO DE LA MEMORIA de Simon Critchley
Pero no es la muerte lo que me aterra, sino que la vida continúe, siga alargándose hacia unos horizontes que retroceden a medida que intentamos acercarnos a ellos. Sin propósito, ni objetivo, ni meta. Eso es lo más difícil de soportar. No la muerte, sino el morirse. La muerte acaecerá. Sí. Es segura. Sí. Pero no ahora, y la vida no puede consumirse en el ahora. El ahora de los ahoras. Nunca será ahora. Aunque decidiera ahorcarme, no experimentaría el salto anihilante en el abismo, sino solamente la soga atándome fuerte, cada vez más fuerte, a la existencia que quería abandonar.
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