Una corte de rosas y espinas me ha provocado sentimientos encontrados. Cuando salió, tuvo tanta fama y todo el mundo hablaba tanto de él que me harté de él sin haberlo leído.
Ahora que lo he leído, hay partes que me han gustado, cosa que me ha sorprendido, pero también da para largo, así que vamos a pasar a la reseña.
En un principio, el libro me ha enganchado. Una de las primeras cosas que me ha llamado la atención es el estilo con el que escribe la autora, que me ha metido inmediatamente en el bosque y en la situación de la protagonista.
Feyre es una chica fuerte, que aguanta que sus hermanas y su padre no ayuden a mantener a la familia, sólo por la promesa que le hizo a su madre cuando estaba en su lecho de muerte. Además, cuando Tamlin la lleva a la Corte Primavera, se menciona alguna vez que se siente vacía, ya que toda su vida ha consistido en mantener a su familia, y no tener que hacerlo es una situación extraña para ella.
Algo que también me ha gustado es el mundo que crea la autora. Sarah J Maas "separa" el mundo de los humanos con Prythian, el mundo de los faes, y crea un tratado entre ellos, por el que Feyre tiene que entregar su vida a cambio de la del lobo que mató. Además, en Prythian existen muchísimas criaturas diferentes, el mundo se divide en distintas cortes, hay maldiciones, guerras históricas... La verdad es que está muy trabajado, y eso se agradece.
Lo que me ha planteado más problemas a la hora de leer es la parte central de la novela, cuando Feyre comienza a adaptarse a su vida en la Corte Primavera.
Al principio de su estancia se menciona el vacío que os comentaba y, aunque creo que podría haberse hecho más hincapié en él, me ha gustado ver que la protagonista no es de piedra. Sin embargo, hay un punto en que la protagonista deja de echar de menos a su familia e incluso de preguntarse si conseguirán sobrevivir gracias a ella, sino que el centro de todo su universo pasa a ser Tamlin.
Literalmente, es un hombre que la utiliza para sus propósitos (aunque ella no lo descubre hasta más tarde) y le oculta muchísimas cosas, pero aun así sigue ocupando todos sus pensamientos y deseos.
Incluso hay un punto en el que, a pesar de que ha jurado proteger a Feyre, llega a hacerle daño físico. Puede haber una explicación más o menos mágica para ello, pero no os creáis que la protagonista siente el más mínimo miedo. Al contrario, se siente la mujer más feliz y enamorada del mundo cuando Tamlin vuelve a su ser.
Además, el enamoramiento es, si no instantáneo, casi, lo que he odiado.
Esto es un poco más tontería y no tiene que ver con la trama, sino con la ambientación. Esa parte central de la novela transcurre en la Corte Primavera, compuesta de prados luminosos, lagos maravillosos, colinas soleadas llenas de flores... y al final me ha cansado un poco que sea todo tan bonito.
Sí que es cierto que el último tercio de historia recupera esa magia del principio, y hubiera conseguido engancharme de nuevo si no fuera porque yo ya había perdido fuelle con esta historia hasta el punto de que, por muy interesante que fuera el final, iba leyendo casi en diagonal más por el hecho de acabarla que porque me estuviera gustando.
Creo que seguiré leyendo la saga porque una muy buena amiga me ha dicho que las dos continuaciones son muchísimo mejores, pero aun así me tomaré un descanso del suplicio que ha sido esta primera parte.
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