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El jardín de los espejos de Pilar Ruiz
El mundo me abofeteaba gritando que la independencia por la que tanto había luchado, de la que tanto me enorgulleciera frente a mi madre, frente a Jim, frente a los militares en la guerra, no me había traído más que perdición. El sonido de las vueltas de llave con la que cerraban mi habitación era una voz cruel que me echaba en cara no haberme procurado algo o a alguien que me defendiera: ni marido, ni familia, ni amigos con influencia, mucho menos dinero. Una mujer sola está desamparada, gritaba ese mundo, mientras que un solo hombre, incluso un alfeñique como el doctor, podía destruir la vida de cualquier mujer si se lo proponía.
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