Blade Runner de Philip K. Dick
Aquel fuego oscuro se desvaneció, la vitalidad la abandonó de pronto, como tantas veces había visto que le sucedía a los androides. La clásica resignación. La aceptación mecánica, intelectual, con la cual un organismo auténtico, tras dos mil millones de años sometido a la presión de sobrevivir y evolucionar, nunca habría sido capaz de reconciliarse.
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