Buda en el ático de
Otsuka Julie
En el barco no podíamos saber que cuando viéramos a nuestros maridos por primera vez no tendríamos ni idea de quiénes eran. Que el grupo de hombres con gorras de ganchillo y abrigos negros harapientos no se parecían en nada a los jóvenes apuestos de las fotografías. Que las fotografías que nos habían enviado eran de hacía veinte años. Que las cartas habían sido escritas por personas distintas a nuestros maridos, profesionales con una caligrafía hermosa cuyo trabajo consistía en decir mentiras y ganarse corazones.