Y del cielo cayeron tres manzanas de Nariné Angarián
Miró largo rato el álbum familiar. Bajo la pobre iluminación de la lámpara de queroseno, los rostros de aquellos parientes perdidos en el Leteo se veían especialmente tristes y pensativos. «Hasta pronto», susurró Anatolia mientras acariciaba cada fotografía con sus dedos encallecidos por el duro trabajo en el campo. «Hasta pronto». A pesar de su estado de preocupación y nerviosismo, se durmió con facilidad y lo hizo hasta la mañana siguiente.
|