Mandíbula de Mónica Ojeda
Se hablaba a sí misma porque quería y, aunque no era parte de su terapia, había descubierto que existía alguien más malediciente habitándola y compartiendo sus pensamientos; una chica que era ella y, a la vez, no.
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Mandíbula de Mónica Ojeda
Se hablaba a sí misma porque quería y, aunque no era parte de su terapia, había descubierto que existía alguien más malediciente habitándola y compartiendo sus pensamientos; una chica que era ella y, a la vez, no.
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Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda
Contó que, cuando empezó a ponerse el sol, el bosque se volvió amarillo, después rojo y después azul, y que ella se puso a gritar porque él no le contestaba y hacía mucho frío. Dijo que sintió miedo, que la noche llegó con una tormenta y que ni aun así su padre reaccionó.
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Las voladoras de Mónica Ojeda
Fuerte es el amor de un padre que le cubre del frío de su propia muerte. «Gabriela tu taita y tu mama han vuelto a engendrarte», le digo acariciando su espalda amoratada. «¿Recuerdas lo mucho que te gustan las flores, mis manos, el mote, la neblina? ¿Recuerdas que encoges la nariz cuando te llamo tesoro, romerillo, estrella?»
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Las voladoras de Mónica Ojeda
Me gusta la sangre. Alguna vez me preguntaron:" ¿Desde hace cuánto, Ranita?". Y yo respondí :" Desde siempre, Reptil". No recuerdo un solo día que no haya abierto mi cuerpo para ver la sangre brotar como agua fresca. (Sangre coagulada)
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Las voladoras de Mónica Ojeda
Esta escritura es un conjuro entretejido en lo más profundo de la tierra.
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Mandíbula de Mónica Ojeda
“Pues bien, eso es lo que somos […]: hormigas que corren por el inmenso espacio en donde lo inexplicable se mueve. Y una vez que esta verdad se nos revela, un nuevo vértigo (el horror que nos provoca ser conscientes de nuestra fragilidad) se abre.”
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Las voladoras de Mónica Ojeda
La muerte esculpe nuestros cuerpos a su forma esencial y luego nos deja solos.
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Mandíbula de Mónica Ojeda
Cuando la idea del bien y el mal desaparece, lo único que queda es la naturaleza y su violencia.
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Mandíbula de Mónica Ojeda
Preferían los golpes y los cortes. Las humillaciones. Los pequeños peligros que al menos las dejaban dormir. |
Las voladoras de Mónica Ojeda
Estas palabras poseen el tamaño de mi respiración. Un conjuro que hace revivir a un muerto exige una escritura cardíaca: palabras que salgan del cuerpo para entrar en otro y transformarlo.
La magia es una encarnación: un canto que une el mundo de arriba y el mundo de abajo para renacer a Gabriela.
Estas palabras son la simiente.
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Las voladoras de Mónica Ojeda
¿Bajar la voz? ¿Por qué tendría que hacerlo? Si uno murmura es porque teme o porque se avergüenza, pero yo no temo. Yo no me avergüenzo.
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Mandíbula de Mónica Ojeda
𝘊𝘭𝘢𝘳𝘢, 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘶 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦, 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘦𝘯𝘤𝘪𝘥𝘢 𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘳𝘢 𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘳 𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢 𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘷é𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘳𝘦𝘥𝘢𝘤𝘤𝘪ó𝘯. 𝘓𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘱𝘦𝘯𝘴𝘢𝘳 𝘲𝘶𝘦, 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘧𝘰𝘯𝘥𝘰, 𝘴𝘶 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘱𝘶𝘥𝘪𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘶𝘣𝘳𝘪𝘳 𝘺 𝘮𝘰𝘴𝘵𝘳𝘢𝘳 𝘴𝘶 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘰 𝘤𝘢𝘳á𝘤𝘵𝘦𝘳.
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Mandíbula de Mónica Ojeda
Lo horrible, lo que en verdad nos petrifica los órganos, es lo que conocemos a medias; lo que tenemos cerca y, a pesar de ello, somos incapaces de entender.
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Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda
Un corazón es un refugio. Un refugio breve en el que la música baila. |
Las voladoras de Mónica Ojeda
Entonces sus manos empezaron a temblar y los temblores le recordaron que el mundo era un sitio horrible donde abandonar el cuerpo.
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Las voladoras de Mónica Ojeda
«Es esto lo que nos mata», le dije una noche. «Esta manera tan absurda que tenemos de resistir».
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Las voladoras de Mónica Ojeda
El mundo estaba lleno de cosas terribles que podían dejar de verse si cerraban los ojos, pero los oídos no tenían párpados.
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Las voladoras de Mónica Ojeda
Fue mi padre el primero en enseñarme que Dios es tan peligroso y profundo como un bosque.
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?