La historia interminable de
Michael Ende
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bienintencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecía vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo eso por propia experiencia no podrá comprender probablemente lo que Bastian hizo entonces [...]
Antes de darse cuenta de lo que hacía , se había metido muy deprisa el libro bajo el abrigo [...]