La escritora mezcla música y sopas en este caricaturesco y aventurero libro donde brillan la peripecia personal y el análisis de la sociedad.
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La escritora mezcla música y sopas en este caricaturesco y aventurero libro donde brillan la peripecia personal y el análisis de la sociedad.
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“La música es un idioma, lo que ocurre es que no dominamos sus reglas como las de nuestra lengua materna. Solo esos hijos de músicos y esos niños que a los seis años ya tocan obras para instrumento solista con gorro de orejas de Mickey dominan la semántica, la sintaxis y la gramática musicales” ~ Cocido y violonchelo de Mercedes Cebrián. ¿Te gusta la música? Aquí tienes un libro para pasar un buen rato y sonreír. Mercedes Cebrian narra en primera persona, en capítulos cortitos y a modo de anécdotas, su experiencia como música. En la actualidad, con 48 años, cuando se lanza a aprender a tocar el violonchelo, pero también como niña, cuando aprendió a tocar el piano. Por entonces, España centraba la educación musical básicamente en dos instrumentos: piano y guitarra, dejando los instrumentos de cuerda frotada más desatendidos. Aún así, Mercedes recuerda las experiencias de algunas compañeras que sí tocaban el violonchelo. Con un gran sentido del humor, la autora habla de la música, del mundo que rodea al instrumentista: desde la madre gritando que hay que ensayar hasta el Luthier que además de ajustar el instrumento cocina cocido a fuego lento, y el papel de los músicos rusos. Completa el libro un listado de obras de música clásica que siempre viene bien y que pueden acompañar tranquilamente esta lectura. Un libro sin más aspiraciones que divertir y de verdad que conmigo lo ha conseguido. + Leer más |
Hay instantes en la vida en la que todos nos preguntamos porqué no hemos hecho cosas que nos apetecían, porqué no nos hemos abierto camino hacia lugares en los que queríamos estar o porqué no hemos apagado esa pasión que ardía en nuestro interior deseosa de salir de nosotros. En Cocido y Violonchelo Mercedes Cebrián abre una aproximación a todos esos sentimientos y es que a modo de diario se atreve a ir narrándonos cómo se convenció a sí misma para a una cierta edad que muchos creerían problemática, aunque nunca debe haber límite de edad para aprender sobre algo, Mercedes se atreve con algo que le llevaba rondando la cabeza muchos años, aprender a tocar el violonchelo. Y así, tras muchos años de dudas, se carga el que pesaba que era un instrumento pesado pero se hace poco pesado a la espalda y se decide a realizar lo que quiere pese a las opiniones. En todo el libro encontraremos acercamientos culturales, ¿a qué me refiero con esto? A que Mercedes no sólo se centra en explicar la relación de la música con la literatura e incluso con la comida, sino que a través de metáforas une ideas que suenan como si mostrara lo que hay en su cabeza como un libro abierto. Es una historia difícil de contar porque nos están relatando una experiencia propia, y es algo que nunca se debe juzgar, y aunque la autora me resulta tremendamente atrevida e increíblemente ocurrente hay algo en lo que no estoy de acuerdo con ella y que menciona en uno de los capítulos, no creo que la música genere más emociones que la literatura, porque ésta última para mí también es algo sensorial, quizás es difícil empatizar con los sentimientos que originan en cada uno los distintos tipos de cultura que existen, probablemente Mercedes sienta la música más que yo ya que toca el violonchelo y ha estado ligada a ella desde que era pequeña, y quizás, aunque yo no sea escritora, como lectora desde niña he sentido la emoción, el olor, el tacto y casi hasta el sabor de los libros desde mi infancia. Creo que es muy difícil que en ese sentido nos pongamos de acuerdo. Por todo lo demás, en Cocido y Violonchelo es encontraréis una experiencia propia que evoca la libertad en su máxima expresión, porque es una persona tomando sus propias decisiones y teniendo en cuenta lo que desea por sí misma. + Leer más |
Refractaria a los tópicos y alérgica a la moralina, la escritora enmienda la plana al cliché castellano patentado por Antonio Machado.
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?