Lituma en los Andes de Mario Vargas Llosa
Lituma ensayó una sonrisa e indicó a la india con las manos que podía irse. Ella siguió mirándolo, sin inmutarse. Era pequeñita y sin edad, de huesos frágiles, como de pájaro, y desaparecía bajo las numerosas polleras y el sombrero rotoso, medio caído. Pero en su cara y en sus ojitos arrugados había algo irrompible.
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