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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
Yo también detesto la política, pero qué quiere. Cuando la gente de trabajo se abstiene y deja la política a los políticos el país se va al diablo
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
... como siempre estuvo midiendo el agua de la ducha con el pie un buen rato y acabó entrando a poquitos; se jabonó sonriendo, acordándose de la señora: las patitas, las tetitas, el potito.
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
Había seguido de colectivero sólo tres semanas más, lo que duró la carcocha. Ésta se paró del todo una mañana, a la entrada de Yarinacocha, luego de humear y estremecerse en una brevísima y chirriante agonía de latas y eructos mecánicos. Alzaron la capota, se le había fundido el motor.
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
... un escritorio con una lamparita sin pantalla, paredes desnudas, una fotografía de Odría envuelto en la banda presidencial como un bebé en un pañal. Retrocedió, miró su reloj, las doce y media...
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
...se habían robado a su perro, se lo habían arranchado a su señora de las manos, el hombre respinga asustado, carajo esto no se iba a quedar así.
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
... recorrió los estantes del zaguán, hojeó los libros averiados por el tiempo, las revistas descoloridas.
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
La mujer abrió una ventana, entró una lengua de sol. Todo estaba gastado,... La mujer murmuró permiso y se esfumó en la boca oscura de un pasillo.
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
- Carambolas - dijo Arispe -. Qué voz de ultratumba, mi señor. - Tuve una fiesta y estoy con todos los muñecos - dijo Santiago -. No he dormido nada . |
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Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
¿Qué más que valiera la pena, Zavalita, qué más que sobreviviera?
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LOS VIENTOS de Mario Vargas Llosa
Debe ser cierto aquello de que con la vejez uno regresa a la niñez.
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Un bárbaro en París de Mario Vargas Llosa
Además de quedar hechizado por el poder de persuasión de "Madame Bovary", Vargas Llosa también descubrió el tipo de escritor que quería ser, realista, un experto en fingir la realidad, no la fantasía
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Un bárbaro en París de Mario Vargas Llosa
No exagero si digo que pasé toda mi adolescencia soñando con París. Vivía entonces, en la embotellada Lima de los cincuenta, convencido de que ninguna vocación literaria o artística alcanzaba la mayoría de edad sin la experiencia parisina
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Un bárbaro en París de Mario Vargas Llosa
En toda vida humana se han acumulado los hechos sorprendentes y desconcertantes que parecen sacados de los libros, de esas historias extravagantes o imposibles que han ido tomando posesión de nosotros mismos, hasta convertir nuestras vidas en cosas que se parecen mucho a la literatura
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Un bárbaro en París de Mario Vargas Llosa
La influencia sartreana no llegó a tener mucho peso en sus novelas, pero sí en su labor como escritor de ensayos políticos y columnas de opinión
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La tía Julia y el escribidor de Mario Vargas Llosa
O sea que los escritores son unos muertos de hambre. Quiere decir que toda la vida vivirás fregado, Varguitas.
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La tía Julia y el escribidor de Mario Vargas Llosa
Yo le expliqué que el amor no existía, que era una invención de un italiano llamado Petrarca y de los trovadores provenzales. Que eso que las gentes creían un cristalino manar de la emoción, una pura efusión del sentimiento era el deseo instintivo de los gatos en celo disimulado detrás de las palabras bellas y los mitos de la literatura.
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La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa
Nada de lo que el hombre ha sido, es o será, lo ha sido, lo es ni lo será de una vez para siempre, sino que ha llegado a serlo un buen día y otro buen día dejará de serlo.
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Lituma en los Andes de Mario Vargas Llosa
Lituma ensayó una sonrisa e indicó a la india con las manos que podía irse. Ella siguió mirándolo, sin inmutarse. Era pequeñita y sin edad, de huesos frágiles, como de pájaro, y desaparecía bajo las numerosas polleras y el sombrero rotoso, medio caído. Pero en su cara y en sus ojitos arrugados había algo irrompible.
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¿Quién mato a Palomino Molero? de Mario Vargas Llosa
Entonces, no sabes lo que es el amor-lo oyó burlarse-. Yo me metería de avionero, de soldado raso, de cura, de recogedor de basura y hasta comería caca si hiciera falta, para estar cerca de mi gordita, Lituma.
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Astillas en la piel