Andrea, Gisela, Ruth, Carla, Mara, Paula, Elda... e incluso Colette han formado parte de mi vida en los últimos días. Todas estas mujeres forman Trampantojo; porque sin ellas, sin esa coralidad que les da la autora, no tendría sentido. Sus historias se convierten en nuestras y nos mantienen en vilo a lo largo de las diferentes escenas. En algún momento imaginé que cada una de esas mujeres podría ser una única, pero en diferentes momentos de su vida. No es así como lo plantea Marina Lomar que les da diferente voz y diferente matiz. Más allá de la historia, lo que me mantuvo pegada al libro (podría decir casi literalmente) fue el lenguaje. Un lenguaje brillante plagado de buena literatura que permite dejarse llevar por los sentidos y disfrutar de una hermosa narración.