Momoko y la gata de Mariko Koike
No es fácil explicar por qué una chica de tan solo veinte años sentía tantas ganas de compartir su cariño con una niña. Cierto es que suspiraba por Gorō Kawakubo y estaba empezando a enamorarme de él. Pero no era mi intención ganarme a Momoko para buscarme el afecto de su padre. Ni a alguien como yo se le ocurriría pensar que, haciéndolo, conseguiría que Gorō se fijara en mí. Yo quería a Momoko, sin más. Adoraba a esa niña solitaria que jugaba con Lala en los trigales.
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