Dulce Carolina de Lidia Páez
Lucas se incorporó un poco en el sofá y acercó su cuerpo al de ella, que se revolucionó por dentro como un coche de carreras cuando le dan el pistoletazo de salida. En sus ojos vio el deseo, pero también las dudas y, a pesar de que estaba deseando que él la besara, sintió unos nervios tremendos. Lucas acercó su cara a la de ella y Carolina cerró los ojos, esperando un beso. Un beso que llegó despacio, casto y tierno. —Oh, Carol… —dijo Lucas al separar sus bocas unos milímetros. Acarició los labios de Carol con la yema de sus dedos. —Tengo que irme, Lucas, buenas noches. A pesar de que esperaba ese beso con muchas ganas, salió corriendo como alma que lleva el diablo. Levantándose del sofá y cogiendo su bolso, salió disparada escaleras abajo. ¿Por qué huía de algo que en realidad le había gustado y quería que pasara? «¡No me lo puedo creer!», pensó al entrar en su piso. La había besado el vecino buenorro y lo único que había hecho era salir corriendo. |