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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
Ojalá pudiese desmontar mi corazón con un destornillador y guardarlo en un cajón
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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
Ojalá pudiese desmontar mi corazón con un destornillador y guardarlo en un cajón
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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
Todos los días se hacía a sí misma la promesa de ser feliz, aunque solo fuera unos instantes
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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
El amor te mastica por dentro de una forma inexplicable
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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
"¿Cómo era posible que algo tan rotundo como la oscuridad fuese capaz de irrumpir con un silencio tan estremecedor?"
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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
Lo que nadie no podía negarle es que se había entregado al mundo con la intensidad propia de una McLeod.
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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
—Estás idealizando el pasado —la reprendió el robot—. Una infancia tan marcada por la soledad no es una infancia maravillosa. Y tú siempre te has sentido muy sola.
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La balada de los unicornios de Ledicia Costas
—Los humanos sois defectuosos —continuó él—. Vivís a caballo entre la nostalgia del pasado y el miedo al futuro. Y, al mismo tiempo, obsesionados con eso que llamáis felicidad.
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Infamia de Ledicia Costas
—La libertad puede ser muy amarga. —Lo amargo no es la libertad, sino las decisiones que hay que tomar para conseguirla. |
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Infamia de Ledicia Costas
Hay muchas cosas en la vida que no se pueden controlar. Ni siquiera puedes escoger a quién amar. Pero sí puedes elegir cómo hacerlo.
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Infamia de Ledicia Costas
Lo amargo no es la libertad, sino las decisiones que hay que tomar para conseguirla.
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Infamia de Ledicia Costas
El frío fue instalándose en Merlo como una nueva pareja que no pide permiso. Un día deja en tu casa un par de libros porque necesita sentir que ese lugar le pertenece un poco. Semanas después libara un cajón y mete alguna ropa. Se acomoda en un sitio concreto del sofá y escoge un lugar en la mesa de la cocina que ya nunca va a abandonar. De repente, ya no existen los límites. Ni siquiera recuerdas muy bien cómo era todo antes de su llegada.
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Infamia de Ledicia Costas
Si el alma tenía forma física, la suya era un conjunto de agujeros negros por donde se le escapaban las ganas de vivir.
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Infamia de Ledicia Costas
Llovía en alta definición. Quinto día de agua, sin apenas descanso, y todo apuntaba a que el cielo de Galicia iba a seguir vomitando frío. Emma siempre se había sentido como una personas de invierno, de agua y de luna, por ese orden. La lluvia no afectaba a su estado de ánimo, pero consideraba que, por imperativo legal, los grandes cambios deberían ir acompañados de un punto de luz al que aferrarse.
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¿En qué época se desarrolla la historia?