Con solo 13 años, Vera tiene que afrontar el verano más difícil de su corta existencia. Hace unos meses que se ha mudado al pueblo, donde su familia es la comidilla por un escándalo político y su madre está encerrada en una casa de reposo. Además, está en tierra de nadie entre ser niña para algunas cosas pero casi mujer para otras, y carga con el peso de la 'Mala estrella' que la acompaña desde hace generaciones.
Lo reconozco: tengo debilidad por las historias de adolescencia y descubrimiento protagonizadas por voces que rozan la consideración de bichos raros. Quizás sea porque yo siempre me he considerado un poco eso, un bicho raro. O quizás ya que mi adolescencia fue anodina, falta de emoción, de exploración y efervescencia, ahora vivo historias como la ideada por Julia Viejo como si fuese un relato aspiracional a destiempo.
La novela me tenía ganado de inicio, y el clic se hizo realidad desde las primeras páginas. Y todo pese a que me pasé los primeros capítulos buscando que apareciese algo que no llegaba. La sinopsis me daba a entender que habría un tono más fantasioso por la descripción de un personaje (León) que, en realidad, aparece muy bien integrado en la cotidianeidad de Vera. Desde que asimilé que se trataba de una impresión y descarté ese componente, la disfruté incluso más por lo que es, en lugar de por lo que esperaba de ella.
Aun así, es cierto que el componente onírico está ahí. Es una novela donde las imágenes tienen una carga importante y le dan una gran riqueza al texto. A través de ellas conocemos mucho más a Vera, que pasa mucho tiempo refugiada en su propia mente, en parte por la falta de apoyos y en parte también como forma de suplir los silencios que la rodean.
Esos silencios harán que algunas tramas no estén del todo resueltas, pero al estar narrada en primera persona y desde el punto de vista de ella debemos comprenderlo y no exigir que tenga acceso a conocimientos que le son negados sistemáticamente.
Vera es, en conjunto, un personaje muy entrañable, con una voz muy rica y una gran consciencia de sí misma que, lejos de intentar encajar, busca justo lo contrario. Julia Viejo recoge perfectamente en ese carácter solitario (pero que también necesita de apoyos) el cóctel hormonal donde conviven en armonía la frustración, la incomprensión, el despertar sexual, la imaginación o la rebeldía. Su mundo, tanto el real como el ficticio, está lleno de pequeños detalles que nos trasladan a él sin esfuerzos, aunque al igual que Vera, sí querríamos poner todo nuestro empeño para cambiarlo.
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