Mientras estamos muertos de José Ovejero
Más de una vez he escrito sobre el leve pinchazo de dolor que provocan las fotos antiguas de gente que sabemos muerta, cuyas sonrisas para la cámara se han desvanecido para siempre, parejas que se abrazan felices, una madre con un niño de la mano –y los dos están ya muertos–, ancianos que habrán mirado perplejos su propia fotografía preguntándose en qué momento cambiaron tanto.
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