Ocultos de Jordi Sierra i Fabra
—¿Es que no duermes nunca? —No —dijo Enzo—. No duermo nunca. Elisabet supo que era cierto, que no hablaba en sentido figurado. Lo supo y quedó aturdida. —¡Todo el mundo duerme! Por primera vez en todo aquel rato, Enzo sonrió. Una sonrisa luminosa aunque cansina, tan hermosa como él. Un amanecer poblando de vida un rostro puro. —Eres tan extraño… Aparecieron un alud de sentimientos y emociones. Un tropel a la desbandada. Se dio cuenta de que su nombre era italiano, pero hablaba perfectamente castellano, sin acento de ningún tipo. Se dio cuenta de que en el fondo de aquellos ojos latía una calidez infinita. Pero cuando de pronto él levantó una mano y le acarició la mejilla, volvió a sentirla fría. Un frío espectral. La descarga eléctrica la atravesó. |