Estas brujas no arden de Isabel Sterling
–Porque –digo, con la voz tan baja que casi es consumida por las lágrimas–, estoy aquí parada, diciéndote cuánto me has lastimado y no puedes oírlo. –Mis ojos se llenan de lágrimas. He perdido las fuerzas para ocultarlas–. Rompiste mi corazón y ni siquiera lo has notado. ¿Cómo puedo…? –Se me cierra la garganta y aparto la vista–. ¿Cómo podría confiar en que vuelvas a unir las piezas?
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