El infinito en un junco de Irene Vallejo
La paradoja es que, después de todo, los romanos fueron originales. Crearon un mestizaje sin precedentes. Por primera vez una civilización adoptó una literatura extranjera, la leyó, la conservó, la tradujo, la cuidó y la amó por encima de las barreras chovinistas. En Roma se anudó un hilo que todavía nos entreteje con el pasado y con otras culturas, lenguas, horizontes. Por encima del mismo, como funambulistas, caminan de un siglo a otro las ideas, los descubrimientos de la ciencia, los mitos, los pensamientos, los sentimientos, además de los errores (que también inspiran). Algunos resbalan y caen; y otros logran mantener el equilibrio (estos últimos son los clásicos).
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