La bestia del corazón de Herta Müller
No queríamos salir del país. No queríamos cruzar el Danubio, ir en globo ni subir a trenes de mercancías. Fuimos al parque desgreñado. Edgar dijo: Si se fuera quién se tiene que ir, todos los demás podrían quedarse en el país. No se lo creía ni él. Nadie creía que se fuera quien se tenía que ir. Cada día circulaban rumores sobre las viejas y nuevas enfermedades del dictador. Nadie les daba crédito. Sin embargo, todo el mundo los susurraba al oído del vecino. También nosotros los difundíamos, como si en ellos anidara el virus de la muerte y así pudiéramos alcanzar al dictador: cáncer de pulmón, atrofia cerebral, parálisis, leucemia.
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