Madame Bovary de Gustave Flaubert
Aunque no tenía a quien escribir, se había comprado una carpeta, un bloc de papel de cartas, un portaplumas y sobres; quitaba el polvo a su anaquel, se miraba en el espejo, cogía un libro, y luego lo dejaba caer sobre sus rodillas, persiguiendo un sueño que se había escapado entre una línea y otra. Ansiaba viajar o volver de nuevo al internado. Deseaba al mismo tiempo morirse e ir a vivir a París.
|