Frederica de Georgette Heyer
Frederica tenía intención de retirar la mano mientras hablaba, pero el marqués se lo impidió, levantándola de la barandilla y besándola con suavidad. La joven tuvo la extraña sensación de haber sufrido una descarga eléctrica; incluso se sintió ligeramente mareada, y una vez que le marqués se hubo marchado, tardó unos momentos en volver al salón. Ya no era obligatorio que los hombres besaran la mano, y aunque los más anticuados seguían besando la mano a las mujeres casadas, el marqués no era anticuado, y ella no estaba casada. Se preguntó que había querido decir con eso, pero decidió no darle demasiadas vueltas.
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