Los funerales de América de Fernando Soto Aparicio
-Ya sabes que nuestra sociedad no perdona. -Es una sociedad hipócrita-dijo,con cólera.--No perdona un pecado ostensible,pero sí olvida un crimen oculto. |
Los funerales de América de Fernando Soto Aparicio
-Ya sabes que nuestra sociedad no perdona. -Es una sociedad hipócrita-dijo,con cólera.--No perdona un pecado ostensible,pero sí olvida un crimen oculto. |
Los funerales de América de Fernando Soto Aparicio
Y esa lucha entre el amor que creyó sepultado y un deber que creía indestructible , la tenía tensa, a punto de estallar.
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Los funerales de América de Fernando Soto Aparicio
Debía importarle su presente. A él, a todos. Tenían un motivo para vivir, una justificación para su muerte. Lo demás carecía de interés. Pertenecía al pasado oscuro y triste de Colombia, de américa, donde -para la burguesía y la casta gobernante- el inconformismo era un cáncer que había que extirpar por cualquier método. "Quieren hacer de este un continente de borregos", pensó. Después apagó la vela y permaneció largo rato en la oscuridad.
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Colombia en sus luchas; un pueblo que tenía socavones donde los mineros -como los de Colombia- se morían de miseria; que tenía plantaciones y riquezas sin cuentos, explotadas por unos pocos que colocaban su dinero en bancos europeos y manejaban el gobierno a su antojo. Un pueblo que había visto por fin una ventana abierta a la libertad, y se había agolpado esperanzado delante de ella sólo para ver cómo le asesinaban a su líder [...]
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-Hay que transformar la educación, que no pasa de ser un espejismo que solo alcanzan unos pocos; la relación obrero-patronal que ha ido convirtiéndose en un martillo de machaca sin cesar a los proletarios...
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-Lo que me preocupa es el hombre. ¿Qué le pasa bajo el capitalismo? Que se le desconoce como persona y se le obliga a vender su fuerza de trabajo; que se le coarta su libertad de educarse, de conocer, de realizarse; que se lo limita descaradamente, haciéndolo cada vez más ignorante y más pobre.
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Porque la ciudad, como el país entero, era un conglomerado de los más poderosos contrastes: la riqueza desaforada de unos pocos y el hambre de centenares de miles. Eso era su país, eso era América: un continente lleno de posibilidades infinitas, de riquezas sin cuento, hipotecado a los norteamericanos hasta más allá del año dos mil.
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-[...] Y aunque se diga en reuniones internacionales y se pregone a los cuatro vientos que hay libertad de prensa, en el fondo hay una represión absoluta. ¿Qué no la impone directamente el gobierno? Aceptémoslo. Pero por su cuenta la imponen los directores de los periódicos, los reporteros, los redactores, los correctores de pruebas, hasta convertir al periódico en un instrumento inocuo.
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-¡La ley! [...]. ¡Saben quien la hace? Los que no conocen de necesidades, porque viven con los sueldos que el pueblo les paga. ¿Saben para quiénes la hacen? Para los que puedan disfrutar de ella, y utilizarla en su provecho. ¿Pero alguna vez alguien se acordó de hacer leyes para los de abajo? No, ¡eso jamás! Y si alguien las escribe, escritas se quedan. Este país es de unos pocos, y esos pocos no se van a tirar rayo unos con otros.
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Aterrador el panorama nacional, pensó. La corruptela miseñoreándose de un país, prostituyéndolo. El serrucho convertido en el emblema nacional; empuñado por las manos finas de los ministros, por las manos enguantadas de los ejecutivos, por las manos temblorosas de los gerentes, por las rapaces manos de los políticos. El serrucho como institución cotidiana, patente en todo [...]
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Había una descomposición social evidente, que corrompía todas la capas y que solo dejaba montoncitos de podredumbre. Tal vez, pensó, porque todo estaba regido y dominado por el dinero: el dinero que convierte a un honrado ministro en un hábil prevaricador; que transforma a un gerente honesto en un peculador descarado; que despierta la ambición de los patronos y los lleva a exprimir a sus obreros en busca de unas ganancias cada vez mayores; que desinhibe a una mujer [...]
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-¿Usted cree que este país será salvado por los campesinos y los obreros? -El futuro es del proletariado. La clase dirigente latinoamericana está pudriéndose. -Es una afirmación muy drástica. -Pero muy evidente. ¿Qué son los gobiernos en este continente, sino aves de rapiña? ¿No se reparten el poder para disfrutar todas sus prebendas? [...] |
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-¿Qué es esto, Dios mío? ¿Soldados contra el pueblo? ¿Acaso qué son ellos? ¡Puro pueblo! Campesinos, hijos de arrieros, de aporeadores, de maiceros... ¿están locos, pues...? ¿Cómo es que atacan a su propia gente? -Los soldados, los policías, ya no piensan en su gente, ni en sus padres, ni en sus familias. Es como si les juagaran la cabeza, como si los volvieran al revés. Todo lo que tienen es odio. |
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Recordemos que en Colombia también los amos gringos han metido las manos como les ha provocado, a ciencia y paciencia de nuestros presidentes que no hacen otra cosa que cumplir órdenes del "goloso" del Norte. Y ellos, ¿a dónde quieren conducirnos? A una dependencia total. Por eso, conscientes de nuestro deber de colombianos, de americanos, empezaremos a denunciar y ejecutar a los enemigos del pueblo, a los que se nutren con la sangre del proletariado.
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¿Qué porvenir espera a Colombia -y a América en general- de continuar como va? Hambre, miseria, opresión para unos; riqueza desmedida, abundancia, dominación para otros. ¿Cuál es el destino del peso colombiano? Un progresivo descenso hasta acabar convirtiéndose en menos de un centavo de dólar. ¿Quién maneja la situación monetaria? Los Estados Unidos por intermedio de la CIA, que se ha convertido en el máximo instrumento de represión del capitalismo.
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[...] el atentado tremendo e incalificable contra las más elementales nociones de libertad. Estamos peor que en los peores tiempos [...]. No se puede decir la verdad. El que la dice o el que la escribe es considerado un enemigo del sistema, y es perseguido y anulado y encarcelado. Ya no se respeta a nadie, se entra a saco en la intimidad de los hogares, se prostituyen los códigos, ¡se pisotean los derechos humanos!
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La corruptela a todo nivel. Si examinamos la historia reciente de Colombia (y me remito al ejemplo citado [...] respecto al candidato a quien se le ha dado el nombre de "la esperanza") podemos darnos cuenta de que el serrucho, o llamándolo en otros términos menos empíricos y más jurídicos, el peculado, se ha convertido en el amo y señor de todas las relaciones comerciales.
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Mientras el patrón se llena los bolsillos y acrecienta sus cuentas corrientes en el exterior, los obreros estamos enfrentados a una situación cada vez más difícil. Los dueños de la fábrica -[...]- evaden impuestos, esconden ganancias, invierten millones en apoyos políticos que luego se ven comprometidos a respaldarlos desde sus cargos públicos. Los obreros pagamos impuestos porque el gobierno solo les cae encima a los de ruana. Irónicamente, a la burguesía de este gobierno no la mantienen los millonarios que la forman, sino los proletarios a quienes explotan.
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-¿Y qué es la libertad para usted, Martín? ¿Qué es para los de su clase? Poder medrar al amparo de la injusticia, explotar al obrero hasta convertirlo en un guiñapo, negociar con la dignidad humana. ¿Pero los proletarios son libres? No, porque ustedes no los dejan educarse ni les permiten pensar. Sólo se preocupan por embrutecerlos para que así sea más fácil el dominio feudal que ejercen sobre ellos.
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-Es que mientras más ahondo en nuestra realidad, en la verdad nuestroamericana, más asco siento de vivir en este continente. -¿No es el continente del futuro? -Puede serlo. Pero por ahora lo explotan, lo sacan a remate, lo ordeñan, lo asolan, lo poseen como se les da la gana. Ya sabes que me refiero a los gringos. ¿Qué son ellos sino nuestros patronos, los que nos prestan su dinero para que les compremos su maquinaria que ya no usan desde hace años, y la transportemos en sus barcos, y la aseguremos en sus compañías, y trabajemos para sus fábricas, y les vendamos nuestros productos a menos precio? |
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