Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(…) le daba tanta ternura verlo contento: cuando sonreía por alguna tontería que ella decía, y los ojos se le encendían de alegría por un segundo, y toda esa tristeza que él siempre llevaba a cuestas desaparecía y por un breve instante volvía a ser el mismo muchacho que se le acercó en el parque de Villa
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