Entre las sombras de Enrique Hernández-Montaño Mancebo
Llovía y la niebla amenazaba con tragarse todo Londres con su fantasmal avance. Desde la ventana de mi despacho podía observar casi toda la calle. No tenía nada de especial si se comparaba con las demás vías públicas del empobrecido distrito de Whitechapel, donde Sir Charles Warren me había destinado hacía algunos años como representante del Departamento de Investigación Criminal por culpa de esa maldita soberbia mía.
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