Una historia de amor en Roma, contada por un romano. ¿Puede haber algo mejor? Novela en la que chico-conoce-chica-y se enamoran. La historia entre ellos, descúbrela y siente el bienestar de este tipo de lectura suave, simpática, relajante. Lo mejor está en los detalles. El autor es capaz de describirte un charco, un día lluvioso, un rayo de sol. Es definitivamente un enamorado de su ciudad (¿quién no?) y lo trasmite en sus paseos hasta el Tíbet, en la ruta de las fuentes, en la mirada siempre diferente que le da a su barrio. Ha dotado a un personaje masculino de una sensibilidad preciosa, y le ha hecho culpable de entender, poseer y cuidar el gusto por las pequeñas cosas. "Las pequeñas cosas" frase gastada pero que la mitad de la humanidad ni la entiende, pero ahí tenemos a Massimo para que las expliques, y mejor aún, para que te las haga sentir. "La belleza es una forma de energía, eso no puede negarse y Massimo intentó absorber la mayor cantidad posible" Ese es Massimo, quien tiene mirada para la mañana, quien describe un atardecer. Otro dato interesante: El café. Massimo (y su creador) posee una cafetería en Trastevere, el popular barrio romano (¡volveré!). A ella acuden los amigos y amiguetes, integrantes del barrio, italianos como todos sabemos que son los italianos. ¡Que belleza! Cada uno es definido por el nombre de un café, y a cada quien le dio una tarea/personalidad en esta historia, son parte de la escena, una hermosa parte de la escena. Y al final, como epílogo, el autor te menciona los tipos de cafés y la personalidad de quien lo elija, por lo pronto mi querido autor, yo soy "un americano" que quiere esta vida trago a trago. Colecciono tazas de las ciudades que visito y nada es más grato que al volver, preparar mi americano eligiendo la ciudad que quiera recordar. Es una oda al café. En nombre de los que amamos esta bebida: gracias. Linda historia para quedarse relajado, repitiendo como mantra su última frase: "Yo solo quiero tomar contigo el primer café de la mañana..." + Leer más |