La pasión según G. H. de Clarice Lispector
Miré la habitación donde yo misma me había hecho prisionera, y busqué una salida; desesperadamente intentaba escapar, y había retrocedido tanto dentro de mí, que mi alma se había pegado a la pared, sin poder siquiera impedirme, sin querer impedirme ya, fascinada por la certidumbre del imán que me atraía; [...]. Había retrocedido hasta la médula de mis huesos, mi último reducto.
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