Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Has estado en cada una de las líneas que he leído, desde que vine aquí por vez primera, cuando era un muchacho ordinario y rudo, cuyo pobre corazón ya heriste entonces. Has estado en todas las esperanzas que desde entonces he tenido... en el río, en las velas de los barcos, en los marjales, en las nubes, en la luz, en la oscuridad, en el viento, en los bosques, en el mar, en las calles. Has sido la encarnación de cualquier graciosa fantasía que mi mente haya conocido. Las piedras de que están hechos los más sólidos edificios de Londres no son más reales, ni más imposibles de mover para ti de lo que han sido y serán para mí, allí y en todas partes, tu presencia y tu influencia. Hasta la última hora de tu vida, Estella, no tienes más remedio que seguir siendo parte de mí mismo, parte del poco bien o del mal que exista en mí. Pero en el momento de separarnos, te asocio solamente con el bien, y fielmente te recordaré confundida con él, porque, a pesar del vivo dolor que ahora siento, tienes que haberme hecho más bien que mal. ¡Oh, Dios te bendiga, y Dios te perdone! No sé en qué paroxismo de infelicidad llegué a pronunciar estas entrecortadas palabras.
|