La mujer del viajero en el tiempo de Audrey Niffenegger
Henrry imita mi gesto, y se toca la misma cicatriz de la frente -Es igual que la mia -me dice, sorprendido-. ¿Cómo te la hiciste? -Igual que tú. Es la misma. Somos el mismo. (…) -Tú eres yo. -De mayor. -Pero… ¿Y los otros? -¿Te refieres a los otros vaijeros del tiempo? Henry asiente -No creo que haya más. Quiero decir que jamás me he cruzado con ninguno. Una lágrima asima por el rabillo del ojo izquierdo. Cuando yo era pequeño, imaginaba toda una sociedad de viajeros del tiempo, de la cual Henry, mi maestro, era el emisario, enviado para instruirme sobre mi inclusión final en esa vasta camaradería |