Relatos fulgurantes de Ana Navarro
No ERA La cabeza la que empujaba aquel cuerpo hasta el coche. Ni siquiera aquellas piernas atravesadas por arañas azules. Ni los ojos flotando sobre las profundas ojeras. Era todo junto y más allá lo que pedía sentar- se en el asiento de la conductora, arrancar y regresar a una tumba en forma de colchón |