La madre de Frankenstein de Almudena Grandes
La infinita tristeza de aquel hombre, que no decía nada mientras negaba sin parar con la cabeza, me partió el corazón, abriendo una grieta tan profunda que los contratiempos burocráticos, las envidias profesionales, la eugenesia fascista o los despachos de pentotal, nunca podrían rozarla siquiera.
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