Seda de Alessandro Baricco
Le dio las gracias a todos, dijo mil veces que no necesitaba nada y regresó a su casa. Nunca le había parecido tan grande: y nunca tan ilógico su destino. Como la desesperación era un exceso que no le pertenecía, se inclinó sobre cuanto había quedado de su vida y volvió a preocuparse por todo con la indestructible tenacidad de un jardinero en el trabajo, la mañana después de la tormenta. |