El padre de O
LOS OJOS DE MI PADRE El día antes de morir, permaneció echado hora tras hora con los ojos abiertos y la mirada terca, cansada. En sus iris nacieron manchas doradas como si hubiera cambiado su esencia, trozos de agua o de cielo injertados en su cuerpo mineral. Cada vez que pestañeaba, la poderosa onda de sus pestañas atravesaba mi cuerpo como si fuera Dios quien pestañeaba, todo un mundo deshecho en el salto de un párpado. Dijeron que quizá no veía nada, que la esfera material de sus ojo estaba simplemente abierta a las cosas del mundo. Pero a medida que avanzaba la tarde sus ojos parecían buscar mi voz o la de su mujer. Y una vez, cuando se movió intentando estirar el brazo, me agaché y volvió su iris borroso hacia mi, su pupila se contrajo un instante y me recibió: era mi padre mirándome. Fue apenas un segundo, como la repentina chispa del deseo que brilla de pronto entre dos personas. Después, su vista se hundió de nuevo y sólo dejó un globo ocular, y al día siguiente el alma huyó y ahí ya sólo dejó a mi padre. Pensé en esa última mirada, una mirada sin amor ni esperanza, su mirada de reconocimiento. + Leer más |