Cuando empecé a leer el libro tuve que leer el primer capítulos dos veces, no conseguía entender nada, hasta que descubrí que el narrador no era un personaje al uso. Lo que fue una gran sorpresa, que no pienso desvelar para mantener la intriga.
La lectura del libro fue como subirme a una montaña rusa de emociones, de la alegría a la tristeza, de la indignación a la ternura o la risa. Desde luego no me dejó indiferente. Me encantó su humanidad, su dramatismo, y su realismo al hablar de la guerra y su crueldad. Pero sobre todo me gustó como nos muestra que la lectura es un modo de ser libres aunque se viva en pleno horror.