La pasión de Mademoiselle S. de Anónimo
Qué espantosa tristeza se apoderó de mí, querido amor mío, cuando ya no eras sino un puntito negro al final de esos andenes interminables. Con un último gesto de la mano te decía adiós, y cuando comprendí que ya no podía verte, reemprendí sola el camino que, tan sólo unos momentos antes, recorríamos el uno al lado del otro.
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