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La Santita: etnoficción y cultura pop
 

Artículo publicado el 13/05/2024 por Lucía Moscoso Rivera

 

Siete son los relatos que conforman La Santita (Consonni), primera publicación dentro de la narrativa de Mafe Moscoso, docente universitaria que investiga sobre memoria, colonialismo, migraciones, agua y etnoficción. Siete historias de denuncia social, ecológica, feminista, en fin, humana que nos sumergen en un universo en el que todo sistema y estructura es dinamitado, donde conviven ritos, ceremonias, tecnocumbia, volcanes, gallinas y efectos de telenovela.  

 

 

¿Cuál es el origen de estos relatos?, ¿cómo inició su escritura?

 

La Santita empezó durante la cuarentena que, en realidad, en un principio fue experimentada por mí como una oportunidad para el silencio y por lo tanto, para volver a mí misma pues no estaba obligada a socializar, ni a trabajar, ni a desplazarme. Fui una de aquellas afortunadas. Sin embargo, cuando la pandemia llegó a Ecuador, algo dentro de mí se rompió. Recuerdo haber tenido la consciencia de que sus efectos terribles acarreaban la posibilidad real de la muerte sin dignidad de la gente a la que quiero. Mi condición de migrante transformó mi distancia en una doble-distancia. La escritura fue un modo de lidiar con esa especie de trauma en el sentido de que, mientras escribía, se abrían umbrales de reconexión con universos, propios del mundo andino, en los que siento que la muerte y la vida cobraban nuevos sentidos. En lugar de ser un ejercicio de imaginación que mira solo hacia el futuro, La Santita fue un ejercicio de conexión con memorias olfativas, sonoras, visuales que me permitieron entender que lo que siento por lo que dejé atrás es amor. Ha habido una reconciliación. Es curioso porque la Santita se puede leer de muchas maneras, pero para mí, es sobre todo un proceso de una búsqueda espiritual.

 

La Santita es (aunque no sea solo eso) un libro de resistencia que denuncia violencias y sistemas de opresión. ¿Hay una postura política desde la cual escribiste este libro?

 

Cuando me piden presentarme, que también es una suerte de ficción, lo primero que digo es que nací en una república bananera. Intento, por una parte, apropiarme de la mirada colonial que menosprecia nuestras particularidades y nos ve con superioridad. Es innegable, lo que hoy se llama Ecuador se inscribe en la historia de las plantaciones de banano y de cacao, de haciendas y después del petróleo y todos los recursos que hoy saquean multinacionales europeas, gringas y chinas. Entonces es imposible, al menos para mí, no escribir sobre estas violencias porque las llevo profundamente inscritas en el cuerpo. Y como toda escritura es del cuerpo, estas están ahí, presentes. 

 

Ya desde su nombre, La Santita, nos lleva por un camino abierto a lo espiritual, a la magia, a los espectros, a los sueños. ¿Cuánto hubo de magia y de presencias en su escritura?


El proceso de escritura de La Santita fue, efectivamente, también una búsqueda espiritual. Me exigió mirar hacia dentro, hacia mí misma y hacia capas del mundo que no forman parte de mi cotidianidad porque conforman otras ontologías, ontologías andinas, como yo las llamo y esto exigió de mi un arduo trabajo dirigido a generar las condiciones para poder abrir umbrales hacia algo que nos parece irreal, para conectar, en y con la escritura. Sin embargo, La Santita no busca una ancestralidad porque lo andino no es sólo eso y porque se corre el riesgo de apropiarse, desde la ignorancia, de mundos que no son nuestros, con el fin de satisfacer a los lectores europeos. A esto le tengo mucho miedo. 

 

En estos relatos no hay jerarquías, los animales y las plantas intervienen al igual que los seres humanos y los espíritus ¿Es también tu forma de entender el mundo y relacionarte?


No creo en la realidad o, más bien dicho, me interesa pensar la idea de realidad, aquello que es dado o es evidente, de otro modo. Me interesa trabajar de tal modo que los límites que el binarismo occidental ha impuesto en lo que consideramos realidad y que separa cultura y naturaleza, lo humano y lo no humano, día y noche, masculino y femenino, puedan ser puestos en crisis. Mi familia materna y Lucinda, mi abuela, a quien dedico La Santita, establece vínculos con lo que llamamos «lo real» que están conectadas a cosmo-políticas mestizas propias del mundo andino. Sus vínculos con los espíritus, una imagen del Niño Jesús o santos que curan forman parte de unas formas de mirar con los que tuve la fortuna de haber crecido. Sus modos de conectarse con ella misma y con aquello que le rodea tienen el maravilloso poder de desintegrar, sin ninguna pretensión, las nociones occidentales y occidentalizadas de lo que la realidad. 

 

Hay cumbia, pasillo, merengue, rock y reguetón antiguo, parte de una playlist al final del libro que señala la mayoría de temas que se cantan y bailan en los cuentos. ¿Son parte de tu repertorio sentimental? ¿Algo colectivo y popular? 


Hay una radio que suena todo el tiempo. Hace años hice un retiro vipassana de diez días. Meditación y silencio absoluto. Sin duda, una experiencia muy difícil de atravesar porque la mente es como un mono, como dicen las budistas. El séptimo día me di cuenta que tengo varias capas de diálogos en mi cabeza y que una de ellas, es una radio encendida. En Ecuador, en mi casa familiar, en los buses, en las calles, en todas partes hay una radio que suena. La última vez que estuve en Quito, fui a rendir un examen para renovar mi licencia de conducir. Es una prueba de memoria que exige concentración. Mientras hacíamos el test, el revisor, que llevaba gafas de espejo, patillas y bigotillo, puso la radio a todo volumen. Busqué miradas cómplices, era preciso protestar, pedirle que quite la música. Nada. Entonces asumí que llevo viviendo demasiado tiempo en Europa. En La Santita hay una radio que suena todo el tiempo y, además, las canciones son todas políticamente incorrectas porque son super machistas, pero no puedo, ni quiero mentir con el fin de satisfacer a los árbitros morales de lo correcto y lo incorrecto. Todas forman parte del repertorio musical con el que he crecido, imagino que forman parte del archivo sonoro de una generación de clase media de la capital.

 

Nombramos algunos elementos que aparecen en el libro ¿Qué son para ti?, ¿qué evocan? 

 

Cotopaxi: El volcán en donde todo empieza y todo termina; por eso, en la Santita hay un trabajo muy fuerte con la temporalidad, que es circular.
Migración: Migrar representa el fin de un mundo y el inicio de otro. Por eso en cada cuento alguien muere y alguien renace.

Cultura kitsch/pop: Sharon la hechicera, tripas mishqui, fuiste un trozo de hielo en la escarcha. El barroco andino. Bolivar Echeverría decía que el proceso de mestizaje, en nuestros territorios, implica un proceso según el cual la vida real se ve obligada a sacrificarse a la vida ficticia y la ficción pasa a ser una nueva realidad.

Ceremonia: Ritual, celebración, umbral que se abre para el florecimiento de lo invisible.

Comunidad: Es una forma de organización de la vida en la que la idea del yo individual se deshace porque todo y todas estamos conectadas.

Amor: El amor en europea se llama Frontex. Europa no sabe amar.


 

Hace no mucho apareció la etiqueta de gótico andino en el sector editorial ¿Te identificas con ella? ¿Qué opinas de esta escritura?


En absoluto, ni me identifico, ni creo que La Santita quepa dentro de esta etiqueta. Ahora si te digo que me siento profundamente orgullosa del trabajo de escritoras como la ecuatoriana Mónica Ojeda que es puro talento. También admiro muchísimo lo que se ha etiquetado como ciencia ficción boliviana, Liliana Colanzi o Giovanna Rivero, por ejemplo, son unas monstruas escribiendo. Me parece que el trabajo de ellas y muchas más, desestabliza un ecosistema del libro en Abya Yala que, durante décadas, ha relegado nuestra literatura a las periferias y ha visibilizado mayormente el trabajo de escritores/as en México, Argentina o Colombia. En mi caso, me gusta pensar que mi escritura y en general, todo lo que hago, no intenta ajustarse a ningún canon; se trata más bien de un proceso al que yo llamo, por intentar situar, etnoficción cosmopolítica cuy-r, que es mi metodología de trabajo.

 

Mafe Moscoso y sus lecturas

 

 

¿Cuál fue tu primer descubrimiento literario?

De niña leía mucho y en soledad. Cuando mi camino se cruzó con el de Cristina Mancero y el de Burneo, dos niñas-adolescentes que también leían mucho y en soledad, descubrí el regalo de saber que compartíamos sensibilidades, gracias a los libros. Y que no estábamos solas.


¿Un autor/a que te produzca mucha admiración?

 

La poeta Bernardita Maldonado.

 

¿Tienes un libro que releas con frecuencia?


Ningún lugar adonde ir de Jonas Mekas y el Libro tibetano de la vida y de la muerte


¿Hay algún libro que te avergüence no haber leído todavía?


La literatura escrita en lenguas originarias como el quichua porque si bien aprendí un poco en la universidad, no es suficiente. Siento que me pierdo el acceso a mundos que se conectan con muchas de las preguntas y búsquedas que me acompañan.


¿Quién es la joya literaria que recomendarías a nuestra comunidad lectora?


Gracias a Diego Falconi, este año descubrí al escritor marroquí Abdelá Taia. No he dejado de buscar y de leer todo lo que ha escrito. Me gustó muchísimo La vida lenta.


¿Tienes alguna cita literaria de cabecera?, ¿cuál es?


La cita que abre La Santita, también abre la película Uncle Boome recuerda sus vidas pasadas, de Apichatpong Weerasethakul:  «Mis vidas pasadas como animal u otros seres surgen ante mí».


¿Qué estás leyendo actualmente?


Perros de Keum Suk Gendry-Kim, un comic que me regalaron mis amigas Lúa y Mariona.

   

Descubre La Santita, libro de relatos de Mafe Moscoso, publicado por Consonni

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