Cuando comencé a leer este libro sólo sabía que la portada me había llamado la atención y que el protagonista era un gato, suficiente, a por él. En menos de media hora se me había acabado y yo tenía la cara cubierta de lágrimas, con clínex usados varios centímetros alrededor. Está contado en primera persona desde el punto de vista de un gato al que, como el que tengo ahora en casa, su madre dejó de alimentar por ser el débil de la camada. La relación que tiene con su humana, Griselda, es muy especial, pero… la humana sufre depresión. Ahí está el punto fuerte de un libro que es capaz de contar no una, sino dos historias muy complejas unidas por el amor. Las ilustraciones son una maravilla, y acompañan al relato a la perfección. Es un libro corto muy emotivo, una lectura muy recomendable para liberar tensiones a moco tendido, eso sí, no lo recomiendo para transporte público. |