Quedarse huérfana de dos madres, las dos vivas. Sentirte como un juguete que va de mano en mano según las necesidades, el momento, la desesperación. No poder gritarle al mundo que no entiendes nada, que ayer tu vida era una y que hoy te arrojan a un pasado que no conoces y del que nunca formaste parte. Encontrar el amor y que te lo quiten. Cerrar los párpados y no poder dormir. Pasar de tenerlo todo a no tener nada. Ser, para todos, la retornada. Y en medio de tanto caos, una niña que moja la cama y que te presta su piel para dormir. Un pequeño ser de esperanza con el que crear un nuevo mundo de palabras y silencios que te dará un sitio al fin. |