Nadie en esta tierra

Víctor del Árbol es uno de esos autores cuyos libros llevo años viendo en las librerías (además con magnífica referencias), pero del que no había leído nada hasta ahora. Si sus obras anteriores se parecen mínimamente a este “Nadie en esta tierra”, estoy convencido de que las voy a disfrutar enormemente.

Julián Leal es Inspector de Policía en Barcelona. Expedientado tras dar una paliza a un sospechoso, y con un diagnóstico de cáncer de riñón que le da poco tiempo de vida, regresa a su pueblo natal en Galicia después de 30 años para hacer las paces con su pasado. La aparición de varios cadáveres con los que podría tener relación harán que su superior trate de inculparle, por lo que se verá arrastrado a una investigación que le llevará a ajustar cuentas tanto con su presente como con ese pasado del que huyó 30 años atrás.

“Nadie en esta tierra” es mucho más que una simple novela policiaca. Es más que una novela negra. Más que un thriller. Es una historia que explora los límites entre lo que es ético y lo que no a la hora de hacer justicia y cómo estos límites de desdibujan, cuando la persona tratando de conseguir esa justicia no tiene nada que perder.

Julián es un héroe atípico. En él se mezclan rasgos del héroe clásico con los del perdedor sin miedo a nada porque ya lo ha perdido todo. A lo largo de la historia hará honor a su apellido, “Leal”, en repetidas ocasiones. Su fuerte sentido de la justicia le llevará a hacer aquello que él entiende como correcto, aún cuando sus actos puedan considerarse reprochables, tengan muchas probabilidades de fracasar o supongan un perjuicio personal para él, sin temor a asumir las consecuencias, sean las que sean ya que, en caso de tener éxito, todo habrá merecido la pena y, en caso de no tenerlo, al menos lo habrá intentado. Y esa es la verdadera heroicidad.

Cómo contrapunto a Julián está el antagonista de la historia, una misteriosa voz en primera persona cuya identidad desconocemos, que narra los hechos desde un punto de vista mucho más cínico y que, a medida que avanza la historia, se irá humanizando a ojos de lector (por difícil que pueda parecer al principio). Me ha resultado de lo más interesante cómo el autor consigue que el lector llegue a sentirse seducido por este personaje, empatizando con él y pudiendo olvidar por un momento todo lo malo que ha hecho.

Todos los personajes son imperfectos, se mueven en esa escala de grises que los convierte en mucho más atrayentes para el lector. No hay buenos ni malos absolutos, alejándose de los estereotipos habituales de la novela negra.

Con una prosa cuidada y elegante, y un buen manejo de los tiempos, dosificando la intriga de forma precisa, la narración se mueve entre pasado y presente, entre Galicia y Barcelona, de manera orgánica, consiguiendo crear una atmósfera impecable y llena de contrastes entre el ambiente rural gallego y el cosmopolitismo barcelonés.

Tocando temas como la corrupción, que se extiende desde las clases sociales altas hasta los más bajos fondos, los abusos de poder y esa sensación de impunidad que parece venir implícita en éste, el odio, la venganza o la ambición que, en ocasiones, saca lo peor del ser humano, el autor plantea a sus personajes una serie de dilemas morales a los que el lector también tratará de dar respuesta por sí mismo.

Una trama potente, unos personajes bien caracterizados, llenos de matices, y una escritura soberbia hacen de “Nadie en esta tierra” una gran lectura. Ahora sólo me queda ponerme al día con el resto de la obra de Víctor del Árbol. La cosa promete.