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La portada no lo es todo, pero dado que percibimos a través de los sentidos, el de la vista y el del tacto experimentan un gran estímulo ante esta edición de la obra Juncal publicada por la editorial Fulgencio Pimentel; una obra de arte con apariencia de mosaico de cerámica antigua, perfectamente decorado para la ocasión que trasladará a quien lo tenga delante al mítico Café Español que engalana tanto la cabecera como parte de cada uno de los siete capítulos de la serie audiovisual Juncal, que da nombre a la novela. No es habitual encontrar series o películas que estén al nivel de las novelas originales en las que se basan, sobre todo cuando este es elevado. Así de pronto uno se acuerda de dos grandes películas como “El padrino”, de Mario Puzo, o “Los santos inocentes”, de Miguel Delibes, dándose la circunstancia en ambas de que estos novelistas participaron de manera activa en el guion, rodaje y asesoramiento de la adaptación al cine de sus novelas, contribuyendo al éxito de las mismas. En el caso que nos ocupa, la obra Juncal, no sólo se da el caso de que guion y novela están escritos por el mismo autor, Jaime de Armiñán, sino que además es el propio Jaime el director de la exitosa serie de televisión, de la que se da la extraña circunstancia de haber sido producida de manera previa a la novela. Podría decirse que el argumento de la novela son las andanzas de José Álvarez “Juncal”, matador de toros al que en pleno auge de su carrera la cornada de un toro apartó de los ruedos, pero eso sería simplificar bastante, aun añadiendo que en su día abandonó a su rica esposa y a sus dos hijos pequeños, y que ahora tratará de conquistarlos tras verse en la calle, viejo y sin un duro, por haberle echado de casa la amante con la que vivió sus últimos veinte años, tras corroborar que era infiel. Juncal es mucho más que todo eso. Como personaje, José Álvarez, es uno de los grandes pícaros de la literatura española en él que además quedan al descubierto todos sus sentimientos (la valentía, el miedo, la nostalgia, el dolor, el éxito, la amistad, el fracaso, la humillación, el orgullo, la hidalguía, etc.) consiguiendo la complicidad sincera del lector, porque hasta cuando miente, se advierte un atisbo de honradez en cada acción; honradez intelectual o fisiológica. Como ámbito en el que se desarrolla la acción, el mundo de los toros es en palabras de Lorca (1936)—la fiesta más culta que hay hoy en el mundo—, y no se ve con autoridad suficiente quien esto escribe para contradecirle. Como novela, es una novela muy completa escrita a varias voces (testimonios del padre Domingo Camprecios, Teresa Campos, Vicente Ruiz “Búfalo”, Julia Muñoz y el propio José Álvarez), cuyos personajes derrochan una gran humanidad y dejan el testigo de una España que aunque estando ahí, cada vez más difícil de encontrar. Como opinión más personal, creo que el éxito de la serie de televisión obnubiló el interés por la novela, ya que después de ver en acción el gran reparto de artistas de la primera (Paco Rabal, Lola Flores, Fernando Fernán Gómez, Rafael Álvarez “El brujo”, etc.) no era fácil predecir que la novela estuviera a la altura. En contraposición a lo anterior, y una vez leída, he de reconocer que quien así pensaba, erraba, pues la novela y la serie de televisión se complementan; y si bien en lo fundamental van de la mano, la novela gana en aspectos propios de la misma, como la ampliación de información de sus personajes, de sus vidas y peripecias, así como ofreciendo al lector otro punto de vista distinto al de la serie, tanto en la forma de narrar como en la de referirse al protagonista; tenga en cuenta el lector que la novela comienza tras la muerte de José Álvarez “Juncal”, momento en el que finaliza la serie, por lo que con la excepción del propio testimonio de Juncal, el resto de personajes pueden permitirse otro tipo de libertades. |
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