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Crítica de UnaiGoiko74


UnaiGoiko74
22 August 2020
Estamos ante un libro que rezuma humanidad. Un tributo generoso que Zweig quiso brindar a una persona que tuvo una influencia muy relevante en sus inicios académicos y literarios.
La historia arranca con el escritor entrando a un café vienés que, inicialmente no reconoce, pero que al fijarse más en su distribución interior, acaba cayendo en la cuenta ("Allí perduraba, oculto en lo invisible como el clavo en la madera, una parte de mi propio yo hace tiempo soterrada) de que es aquél lugar, en cuyo rincón de su sala de billar, despachaba un librero de lo viejo: Mendel el de los libros.
Al deslizarse dentro de la sala de billar, Stefan comprueba que el librero ya no está allí y, retrotrayéndose a sus años universitarios, recrea con su prosa elegante, perfecta y precisa la personalidad y las cualidades de Mendel, un hombre que vivía por y para los libros antiguos, que no había dato que se le escapara (título, temática, ediciones, precios de cada edición nuevos y viejos, etc), pero que vivía totalmente ajeno a los asuntos del mundo que le rodeaba. al preguntar por él en el establecimiento, el autor comprobará que, precisamente, fue esa desvinculación de la realidad la que fue
responsable de su fatal destino, ya que, iniciada la primera guerra mundial sin que él se hubiera percatado de ese "nimio" detalle, sería acusado de ser un espía ruso operando en territorio austriaco.
Este delicioso relato sirve de homenaje a Mendel, como he comentado al inicio de la reseña, pero también es un aviso a navegantes, una suerte de recordatorio de lo que Zweig denomina "el reverso de la existencia", que no es otra cosa más que "la fugacidad y el olvido". En el fondo, la única persona que se preocupó por preservar la memoria del pobre Mendel fue la mujer de la limpieza del café, que decidió guardar uno de los libros del viejo librero, por el mero hecho de conservar algo suyo.
Sin embargo, el autor, que tanto le debía al librero, se había olvidado completamente de él, arrastrado por la vorágine de la vida.
"Sentí un regusto amargo en los labios. El regusto de la fugacidad. ¿Para qué vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas?"
Una joya.

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