Ardiente secreto

Ardiente Secreto publicado en 1911 y que es un imprescindible en los recopilatorios de este autor tiene sus méritos propios para este motivo. A pesar de su brevedad, Zweig explora brillantemente una vez más la psique de sus personajes. La obra cuenta con tres personajes. Un hotel será el lugar de encuentro y encrucijada en la vida de éstos. Un barón que se encuentra de vacaciones y está ansioso por tener una aventura de índole sexual con alguna mujer y, por otro lado, Mathilde, una mujer casada que junto a su hijo Edgar han decidido pasar unos días en el lugar por la frágil salud del niño.

El barón se sentirá atraído hacía la madre irremediablemente y utilizará la artimaña de forjar amistad con Edgar con el fin de acercarse a la madre. Edgar es un muchacho inocente que ve en el barón un hombre distinguido que le habla como si de un adulto se tratara. Este hecho pone febril y ansioso a Edgar que en su deseo de dejar su mundo infantil hará lo imposible por no defraudar y estar a la altura de la amistad de su nuevo camarada adulto. El problema derivará cuando su madre y el barón empiecen a acortar distancias y dejarlo de lado. Un misterio y un secreto que Edgar no verá con buenos ojos e intentará destapar el velo que le impide ver con su mirada infantil y falta de información.

Zweig fue atrevido en su argumento en la sociedad del momento, narrando como un hombre intenta conquistar a una mujer casada y usando a un niño pequeño para tal fin. La inmoralidad del barón contrasta con la ingenuidad de Edgar que en el sentimiento de soledad que experimenta como niño, en un primer momento, tiene la mente obnubilada y llena de admiración por el barón. La madre presa de sentimientos contradictorios de permanecer fiel a sus deberes como esposa y la tentación de dejarse llevar en una emocionante aventura amorosa pasajera marcarán la relación con su hijo. de modo fascinante, Zweig nos adentra en esta historia de dilemas y disyuntivas en los que el amor, el odio, los celos y las inseguridades pueblan el relato. Desde la sensibilidad y la exquisitez que nos tiene acostumbrados en otras obras, una vez más Zweig expone a sus personajes ante lo irremediable de los hechos, sus consecuencias y sobre todo, el paso del mundo infantil de Edgar y su introducción al adulto. En él descubrirá que su óptica hasta el momento ha quedado obsoleta y que los adultos no juegan limpio. Madurar también responde a hacer sacrificios y no escapar ante las adversidades.

Otra obra del maestro Zweig que no se deben perder.
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