El monasterio

Parece como si al bueno de Luis Zueco tras finalizar el proceso de escritura del primer libro de esta trilogía (que nada tienen que ver entre sí, y cuyo orden de lectura da absolutamente igual) se le fueran las musas y con ellas, todo lo demás.

La novela está ambientada en la baja edad media y con el trasfondo político de la lucha por el trono de dos hermanastros:

Enrique de Trastámara y Pedro el cruel, que se molieron a palos en aquel siglo XIV con la ayuda de ingleses y franceses, que caminaban por Castilla como aliados de unos y otros y rapiñando a manos llenas.

Y hasta aquí todo lo que el tacaño autor nos cuenta del entorno. Eso sí, lo repite varias veces no vaya a ser que se nos olvide.
Yo aprendí más con Supercoco.

A las puertas del monasterio de Santa María de Veruela llega Bizén, un ayudante del notario real venido a menos, en busca de los restos de un infante aragonés que no sobrevivió a su rey.

Su llegada no puede ser más oportuna pues justo en el interior de esa santa y relajada institución se acaba de cometer el asesinato de un lego y todo apunta a que el responsable de tamaña travesura no pueda ser más que uno de los diez píos frailes que allí oran, laboran, y beben la sangre de cristo (en barrica de roble) con cristianísima devoción.

El enfermo abad encargará la investigación a tan notable visita, no ocurra que el altísimo ego de Umberto Eco se sienta vilipendiado porque un texto sobre monjes asesinos no esté inspirado en su espinoso nombre de la rosa.

Al principio, los esquivos hermanos generan mi interés, pero el thriller se vuelve tedioso pues son demasiadas las páginas donde nuestro Holmes medieval cae en continuos callejones sin salida y lo único que tendremos claro es que todos mienten.

Para completar la ensalada un intento de asalto al monasterio por tropas mercenarias que, aunque no viene a cuento, da algo de vidilla, o mejor dicho, de muerte.

Sin duda lo mejor de la novela está en las exquisitas descripciones arquitectónicas del monasterio. Aquí sí he disfrutado como gato panza arriba.

También las alusiones a leyendas Becquerianas del Moncayo hacen que el libro se revalorice al alza, a pesar de sus intermitencias y de que algunos personajes en muchas escenas estén completamente desubicados.

Tras mi empacho y aun teniendo alguna obra más del aragonés esperando en mis estanterías, le daré un descanso.
Me enamoró su castillo de Loarre, pero su ciudad y su monasterio no estuvieron a la misma altura.