InicioMis librosAñadir libros
Descubrir
LibrosAutoresLectoresCríticasCitasListasTest
>

Crítica de Guille63


Guille63
08 March 2023
“El amor es la respuesta, pero mientras esperas la respuesta, el sexo plantea algunas preguntas bastante interesantes”. Woody Allen

Podrán decirme que no es muy pertinente empezar con humor unos comentarios a una novela de Zola, sé que no es su punto fuerte, pero lo que no podrán echarme en cara es que no haya introducido un poquito de polémica entre ellos, dado lo acostumbrados que tenía el autor a sus lectores a tales pormenores.

Pues bien, señoras y señores lectores, en la novela encontrarán mucho, mucho, pero que mucho sexo: sexo comprado, sexo negado, sexo anhelado, sexo por venganza, sexo conquistado, sexo tierno, sexo exigido, sexo por lástima, sexo rabioso, sexo dadivoso, sexo reconfortante, sexo suplicado… hay hasta sexo por amor. Nada explícito, que nadie se me asuste, pero con buen pie para la imaginación del lector, que nadie se me desilusione tampoco.

Naná, determinada por la combinación de su extracción social y su dilatada herencia licenciosa, gran axioma en la filosofía del autor, se hizo puta desde muy temprana edad. No de la calle, aunque utilice la posibilidad si un apuro lo requiere, sino una querida, esas segundas esposas más agasajadas que las primeras pues se decantan siempre por el mejor postor mientras que estas últimas se quedan tranquilas a cambio de pagarles a sus maridos con la misma moneda y seguir disfrutando de su estatus social.

A Naná le gusta el sexo, lo practica a menudo y no siempre por interés. No es feminista ni progresista ni adelantada a su tiempo, todo lo contrario, es más bien conservadora, religiosa y hasta reaccionaria, pero hacía (casi siempre) lo que quería y con quién quería, sin que ningún hombre (casi ninguno) le impusiera nada. Gusta de vivir bien, rodeada de lujo, y lo consigue gracias a su carne de mármol y al deseo que provoca a su paso. Torpe como actriz, una grulla en la garganta, es capaz de levantar un teatro lleno a reventar con el movimiento de sus caderas. Pero solo con el teatro no se consigue el tren de vida que desea, así que Naná vende su cuerpo también de otra manera y lo hace libremente.

Pues bien señores y señoras lectoras, como diría aquel, J'accuse…! ¿Merece Naná nuestra censura, nuestro reproche? ¿No hacemos casi todos lo mismo en cierto modo? ¿No vendemos nuestro cuerpo, su fuerza o su habilidad o su inteligencia, por la mejor recompensa que podamos obtener? ¿No lo hacemos aunque no nos guste ni quién nos paga ni para qué, aunque incluso nos asqueen ambos? Tengo una familia que alimentar, de algo hay que vivir, decimos, o, si nos saltamos alguno de nuestros principios, para que otro se lo lleve crudo, mejor me lo llevo yo. ¿Por qué, entonces, lo encontramos todo más reprobable si interviene el sexo? ¿Por qué vender nuestro cuerpo es más censurable si es por sexo que por cualquiera otra de sus propiedades? ¿Qué tiene el sexo que todo lo ensucia, si, como también dice Allen, el sexo solo es sucio si se hace bien?

Entiéndanme bien, hablo del sexo libremente ejercido, aunque haya dinero de por medio, y quién dice dinero puede decir también estatus social, casita con jardín y BMW en el garaje, ese sexo que se puede ofrecer seleccionando al cliente, hasta disfrutando de él y con él, pero también ese que se entrega de forma tan voluntaria y con la misma vocación que, por ejemplo, limpiar retretes durante ocho horas al día, seis días a la semana.

En fin, que el problema con Naná no es que venda su cuerpo, el problema aparece cuando los hombres creen que lo que compran es su alma. Naná es caprichosa e irreflexiva, despiadada y sentimental, una cabecita loca capaz de llevar por la calle de la amargura a lo más granado de la alta burguesía parisina o de sufrir en sus propias y apetecibles carnes los mismos tormentos que provoca, la misma depravada humillación (”ella le amaba demasiado; de él, hasta era bueno ser abofeteada”). El problema es ese demonio interior, al que me resisto a poner nombre, que por conseguir la menor prueba de afecto nos doblega a todo tipo de humillaciones y abusos, pareciendo que ese mismo trato degradante es el abono que propicia el desarrollo de esa flor carnívora que nos corroe por dentro a base de autodesprecio por ser incapaces de terminar con nuestra vergonzosa situación.

Naná es así, juega con hombres y mujeres, se siente “orgullosa de la ruina de sus amantes” y hasta disfruta en ocasiones de ese otro demonio interior que se alimenta del poder sobre los demás, de la omnipotencia sobre los que, sumisos, la rodean, un proceso inagotable e imparable que solo lleva a la rabia autodestructiva, a una escalada de depravaciones sin fin, pues es incapaz de saciar el hambre. Pero Naná también se conmueve con aquellos que estima, los agasaja incluso aunque nada consiga a cambio, es generosa y confiada, una bocazas desconsiderada y mentirosa, una ingenua zalamera, una arrogante y soberbia que se cree más lista que nadie en lo que a su vida se refiere. Ya ven, lo tiene todo para encontrar su perdición, pero…

Gran personaje, gran novela y gran autor, muy por encima de un Balzac o un Víctor Hugo, en lo que a mi jerarquía literaria se refiere… entiéndanme bien.
Comentar  Me gusta         14



Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro
Apreciaron esta crítica ()(1)ver más