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Crítica de Guille63


Guille63
07 March 2023
Germinal viene a ser Las uvas de la ira francesa. Ambas tienen como objetivo mostrar los efectos de un capitalismo salvaje, sin control ni limitaciones y en ambas el desenlace es descorazonador, aunque también las dos dejan al final esa semillita de esperanza tan necesaria y, quizás, tan contraproducente. Pero la obra de Zola tiene más caras que la novela americana.

En primer lugar, nos presenta a los trabajadores de una forma más realista; primero como a unos santos inocentes que besan la mano que les ahoga (también las mujeres que soportan no solo la mano de los patronos sino la de sus hombres, a los que, pese a los malos tratos, defienden y vuelven una y otra vez, como si la relación con ellos no pudiera ser de otra manera); y después, cómo la frustración, el hambre, el no tener nada y, por tanto, la ausencia de miedo a perder algo, prenden en ellos con una fuerza inesperada y brutal y los perros muerden la mano del amo, asombrado ante el hecho de que sus siervos, despreciando todo el esfuerzo dedicado a ellos, pudieran necesitar más de lo que tienen.

Pero la gran diferencia con la obra americana es que Zola también nos expone el otro lado del conflicto, el de los propietarios y su visión clasista, casi biológica, de la sociedad, en la que los trabajadores son una especie aparte, muy distinta de ellos mismos, con otras necesidades, otros deseos y aspiraciones, que solo necesitan el salario justo y necesario que les permita poder engendrar otra generación que asegure el mantenimiento del negocio.

Este párrafo, del administrador de la mina, es muy elocuente.

"¿Quién era el idiota que basaba la dicha de este mundo en el reparto de la riqueza? Esos visionarios de revolucionarios podían demoler la sociedad y reconstruir otra, y no conseguirán añadir un solo goce a la humanidad, ni le ahorrarán ningún dolor porque cada uno tuviese más pan y más arenques. Actuando de aquel modo, incluso ensancharán la desdicha terrenal, consiguiendo que un día hasta los perros aullasen de desespero cuando les hubieran sacado de la tranquila satisfacción de sus instintos, para contagiarles el insaciado sufrimiento de las pasiones. No, el bien residía en no ser, y, pues que había que existir, ser árbol, una simple piedra o, mejor aún, el grano de arena que no puede gemir bajo el pide de los transeúntes."

Zola no es benevolente con los santos inocentes, esos explotados que de una u otra manera veneran a su señor y son capaces de arrodillarse para perseguir la huella olfativa de la presa que persigue su amo para, una vez hallada, volver a por su terrón de azúcar. Y no es benevolente con los individualistas que son capaces de trepar a costa del sufrimiento de sus compañeros y, sin justificar la violencia indiscriminada, comprende la situación de aquellos para los que solo les quedan dos caminos y no aceptan la esclavitud que supone uno de ellos.

Gran novela, brutal y magnífica.
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