Creo que el sentimiento de culpa no duerme. Solo come
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Creo que el sentimiento de culpa no duerme. Solo come
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Ojalá lloviera tanto que me limpiara la preocupación y los problemas, tanto que me arrancara la mancha de muerte y la arrastrara hasta los ríos y hasta el mar.
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Mis emociones se enturbian. En cierto sentido, hoy se ha agudizado todo lo que he sentido estas última semanas. La culpabilidad. La pena. El miedo. Se han afilado hasta el límite. Pero en otro sentido se ha retirado ligeramente ese filo y ha quedado sustituido por una roma sensación de ausencia. La pena parece una emoción más activa, un proceso de negociación, mientras que la ausencia es como la pena con cierto dosis de aceptación. Si la pena es un fuerte oleaje, la ausencia es un mar meciéndose melancólicamente.
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La dignidad está sobrevalorada. Se puede vivir sin ella. Lo sé porque yo lo hago. Pero no se puede vivir sin reírse. Cambio encantado la dignidad por la risa, porque la dignidad es barata, y la risa lo merece todo.
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La noche cae como una cortina. La ciudad es una constelación de luces, y cada una de ellas representa a una mano que giró la bombilla. Una mano unida a una cabeza que contiene un universo de recuerdos y de mitos, una historia natural de amores y de heridas. Vida por todas partes. Latiendo y zumbando. Una enorme rueda que gira. Aquí se apaga una luz, allí otra la sustituye. Siempre muriendo. Siempre viviendo. Sobrevivimos hasta que dejamos de hacerlo. |
La muerte lo roba todo menos nuestras historias.
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Se oscurece y se queda en suspenso. Eso les ha pasado a mis amigos. Y no tengo ni idea de dónde están ahora mismo. No tengo ni idea de lo que ha pasado con su inteligencia, su experiencia y sus historias. ¿Y si existe el infierno? ¿Un lugar de tormento y castigo eternos? ¿ Y si están allí? Ardiendo. Gritando de dolor.
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La pena es extraña. Parece salir en oleadas de ninguna parte. En un momento dado estoy en el mar, todo bien. Y al minuto siguiente estoy ahogándome.
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Pero a veces quieres recordar todos los minutos que has pasado con alguien. Quieres recordar hasta los momentos más prosaicos. Deseas haberlos vivido más y que te hubieran marcado de forma más indeleble, no a pesar de su cotidianidad, si no precisamente por ella. Porque no estás preparado para que la historia termine. Pero solo lo descubres cuando es demasiado tarde.
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En general, no llevas a las personas que quieres en el corazón porque te rescataron cuando estabas ahogando o te sacaron de una casa en llama. En su mayoría las llevas en el corazón porque te salvaron, de un millón de maneras silenciosas y perfectas, de estar solo.
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Manolito ...