Literatura infantil

Zambra dice al principio que en la historia de la literatura abundan las cartas al padre, pero pocas cartas al hijo, y en la primera parte eso es lo que parece ser “Literatura infantil”: una manera de legar a su hijo por escrito las emociones y reflexiones que le generó su paternidad en tiempos pandémicos, así como sus ideas sobre crianza y educación (precioso el capítulo sobre la lectura).

En la segunda Alejandro hace un zoom inverso y nos lleva a su pasado. Conocemos cómo fue él de hijo, e incluso de joven enamorado, cuando andaba muy lejos la idea de la paternidad. También incluye un descolocante relato de ficción sobre cómo se forja la amistad entre dos críos, que no tengo claro si tiene algo de autobiográfico. Y me hace gracia porque Zambra hace un poco de burla de este desconcierto lector sobre qué es ficción y qué no en esta obra cuando más adelante su mujer le dice que le encantó el “cuento” y él la corrige “es un ensayo”... para después equivocarse él y llamarlo de nuevo “cuento”.

Creo que Alejandro, consciente o inconscientemente, ha acabado creando también una carta al padre. Un hombre del que a veces habla con cierto rencor, pero que se va haciendo cada vez más presente a lo largo de las páginas. Y me parece preciosa la idea de que esa relación frágil e imperfecta pueda reconducirse a un lugar más saludable gracias a ese nuevo lazo que se está forjando en las videollamadas entre abuelo y nieto, de las que Alejandro es testigo mudo, y esos ilusionados planes de futuro en que irán los tres de pesca.

En definitiva, una lectura que se paladea, “Literatura infantil” es una estimulante mezcolanza de reflexiones, anécdotas personales, vivencias, poemitas y relatos, que conviven en dos partes diferenciadas, un collage de géneros y formas narrativas en la que he reído (el capítulo de los hongos es hilarante), me he conmovido, y he subrayado como posesa.