“Su complicidad va mucho más allá. Se basa en una disposición a discrepar el uno con el otro y disfrutar con ello.”
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“Su complicidad va mucho más allá. Se basa en una disposición a discrepar el uno con el otro y disfrutar con ello.”
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Ayer, mientras recogía unas frambuesas tempranas, pensaba en cómo la gente de la Edad de Hierro confiaba en vivir otra vida después de la que estaban viviendo. Siempre que recojo frambuesas, recorro la mata con la mayor atención posible, buscando los frutos maduros. Pero por muy atenta que esté, cuando me doy la vuelta para regresar, encuentro frutos que no había visto al acercarme a la plantas desde la dirección opuesta. Otra vida, pensé, sería como un segundo examen a la mata de frambuesas; vería cosas buenas que no he visto en mi primera vida, pero supongo que descubriría que la mayor parte de los frutos ya estaba en mi cesta.
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En todo este tiempo no ha habido nada en mi maletín más que cosas para el trabajo, comida y noticias sobre gente que no conozco y a la que nunca conoceré. Hoy está tu carta.
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Nadie salía de ninguna de las casas. Este es un buen barrio, conozco a mis vecinos y me caen bien, pero ahí plantado, pensando en ti, en tu granja, imaginando cómo sería un asentamiento de la Edad de Hierro, pensé en lo reservados que nos hemos vuelto todos.
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Es una de las cosas que no descubrí hasta después de casarnos, que mi marido no le veía sentido a la lectura, y me pregunté cómo íbamos a poder vivir juntos siendo tan diferentes.
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?