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Crítica de Zairamec


Zairamec
22 November 2020


¿Quién es “Orlando”? Un hombre, una mujer, un personaje, una historia, una vida, una identidad, una realidad. Orlando es todo y nada, es un ser, una existencia que se abre camino a través de las letras, a través de la magistral pluma de una escritora que tiene todo para ser grandiosa, Virginia Woolf. No les diré que no tenía cierto celo o temor al acercarme a ella porque su figura, su solo nombre hace que se despierten elogios y me sentía inmadura, pequeña, pero como buena aventurera me lance al vacío y ella, con su hermosa prosa, con su aguda sutileza (esto sabemos que no es cierto), con su tierna (arrolladora) capacidad de sacudirnos el intelecto, me dio su mano y caminamos, mejor aún, danzamos por una biografía llena de sátira e ironías, de crítica literaria pura, pero también de profundas reflexiones no solo sobre la letras, sino sobre la vida misma y sobre un tema que genera hoy en día disconfort, desconcierto, riñas, conflictos y confrontaciones, el género, la identidad, la sexualidad y el amor.  

Orlando nace en un cuerpo masculino con un profundo amor a toda manifestación de la belleza expresada a través del arte y la literatura, leer es lo que da sentido a su existencia y este acto que por su simpleza puede ser menospreciado, es aquel que envuelve su alma, le brinda consuelo y como un fuego eterno le enciende para darle al ser que realiza el acto, el mayor anhelo de la humanidad, la inmortalidad; Orlando “padecía del amor por la literatura…se quedaba solo, leyendo, un hombre desnudo” y en esa soledad ese mal invadía cada uno de sus sentidos, hasta que un día, en palabras de Virgina Woolf “el miserable se dedica a escribir”; tomó su pluma y empieza a escribir su libro “la encina”.  Treinta años transcurren de su existencia, hasta que un día, en brazos de Morfeo, se transforma, cambia y su cuerpo se configura como un cuerpo femenino, pero no te confundas el (ella) deja de dividirse en masculino y femenino y empieza a ser, de forma compleja, un ser humano, perfectamente imperfecto y completamente incompleto, Orlando sigue siendo Orlando en su prolongada vida (aunque en apariencia física siempre tiene 36 años) hasta el día de su muerte. 

Aquí respiro profundo, porque con ella, con la Señora Woolf es difícil parar de leer, pero también es sumamente complejo continuar, muchos párrafos tuve que releer y releer, algunos por su profundidad, y otros, porque eran tan deliciosos que me ira imposible no saborearlos lentamente y aunque en ocasiones mis preceptos, mis prejuicios me nublaban el juicio ella entraba y cerraba con esta grandiosa frase “Rehusar y ceder, qué delicioso; perseguir y conquistar, qué augusto; comprender y razonar, qué sublime.» 

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